Hace unos años
mi _Ottosan_ y yo subimos al Iliniza Norte, como parte del entrenamiento para la
_summit_ del Cotopaxi. No llevamos equipo de montaña pues nos dijeron que era
un ascenso de nivel medio con ropa abrigada y zapatos deportivos supuestamente
bastaba.
El ascenso
normal, como siempre mi -Ottosan_ adelante marcando la diferencia con su buen estado
físico a sus 60 y pico de años, él era inmune a las alturas, al frio, al calor,
al miedo. Sus cuatro hijos creo éramos su principal fortaleza _ergo_ también su
debilidad, solo soportada solo por su esposa la maleZoilita, cuando éramos díscolos.
Luego de
pasar algo un delgado camino con precipicios en ambos lados, llegas hasta la última
canaleta, un camino delgado y empinado, comenzó a nevar y nuestra ropa y
zapatos no me daban la seguridad para seguir hasta la cumbre. Ve tu papá _Otrosan_
acá te espero a la vuelta. Nos quedamos juntos me dijo mientras me miraban sus
intensos ojos verdes.
El resto
del equipo se demoraba en regresar las nubes ya habían descendido y no se veía
a 2 metros de distancia, el pánico comenzó a inundar mi cuerpo hasta quedar más
firme de la roca en la cual estábamos esperando sentados. ¿qué hacemos
papaPancho? Me miro con serenidad y dijo: respirar y tranquilizarnos.
El clima en
la montaña cambia con rapidez, no solo para empeorar las situaciones también
para mejorarlas. Por un instante se despejaron las nubes, unos rayos iluminaron
toda la montaña y pudimos divisar toda la montaña, el camino de ascenso (ahora
de descenso) y el denso bosque que como laberinto nos llevaba hasta el refugio.